Él la amaba,
el cosquilleo que sentía en el pecho se lo repetía cada noche, la amaba. A su
almohada le contaba qué jamás vieron sus ojos mujer tan dulce como aquella,
labios tan rojos, ojos tan negros. Su amor parecía sacado de entre las páginas
de William, tan fugaz y tan maldito, tan apasionado y prohibido que jamás nadie
pensó que aquella locura pudiera tener un final que no fuese desgraciado. La
esperaba al alba en el camino, dónde cada mañana sus vidas se cruzaban, Abril,
lluvioso el último día que la vio pasear de la mano de un joven afortunado, imagen
que fue su entierro pero no su olvido, porqué hay amores que matan pero nunca
mueren.
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